'Malignant': James Wan en modo berserk
El cine de terror no pasa de moda y gracias a James Wan con 'Malignant' pondrá al género de nuevo en la mira.
Nuestra recomendación: haz una lista de reproducción con todos los filmes aquí mencionados. Puro ciberpunk
Desde Alphaville hasta Blade Runner 2049, además de otras películas y series más recientes, el cine y la televisión se han encargado de desmantelar esa idea un tanto ingenua de que en el futuro el progreso y la tecnología acabarán con todos nuestros problemas. Es más, en uno de los cortos del volumen 2 de la antología de Netflix Love, Death & Robots (2019-) Respuesta evolutiva, la medicina ha logrado alcanzar uno de los sueños más anhelados del hombre: la inmortalidad, por lo que la procreación dejó de ser necesaria, pero hay quienes deciden tener hijos y son perseguidos por agentes del gobierno. Existe una élite que vive en la opulencia, ciudades abandonadas y barrios miserables.
Esta visión distópica del futuro en la que hay grandes avances tecnológicos y un bajo nivel de vida es la marca distintiva del ciberpunk, un subgénero de la ciencia ficción que en los últimos años nos ha entregado joyas como la mencionada Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) Upgrade, Mute y una serie algo infravalorada que le debe mucho a la película original de Blade Runner (Ridley Scott, 1982): Altered Carbon (2018-2020).
El término ciberpunk surgió en la década de los 80 del siglo pasado. Al principio, hacía referencia a un movimiento literario encabezado por los escritores de ciencia ficción Bruce Sterling, William Gibson y John Shirley, quienes definieron en sus obras la estética ciberpunk de la que se nutrió el cine de la época: Blade Runner, The Terminator (1984), RoboCop (1987), Akira (1988) y Total Recall (1980), entre otras.
Además de su marcado pesimismo por el futuro, el ciberpunk suele representar una relación problemática entre las personas y la tecnología encarnada en la inteligencia artificial, que en algún punto llegará a equipararse e incluso a superar a la humana. Ese es, precisamente, el conflicto en la película de Ridley Scott: el desarrollo emocional de los replicantes les permite convertirse en seres autónomos y con libre albedrío. Debido a su corta existencia, deciden llegar a la Tierra y buscar a su creador para vivir más. Pero los replicantes fueron declarados ilegales después de amotinarse en una colonia exterior. Cuando el grupo del replicante Roy Batty irrumpe en Los Ángeles, el blade runner veterano Rick Deckard es reclutado para eliminarlos.
Por otro lado, los paisajes artificiales y las ciudades con edificios plagados de grandes anuncios luminosos son uno de los aportes de la novela Neuromante, de William Gibson. El cine supo aprovechar bastante bien dicho elemento visual y lo convirtió en uno de los sellos característicos del ciberpunk. En este apartado destacan también Blade Runner y su secuela 2049, además de la serie de Netflix Altered Carbon y la película live action de Ghost in the Shell (2017), protagonizada por Scarlett Johansson.
Hablando del fallido intento de Hollywood por adaptar el genial manga de Masamune Shirow y el filme animado de Mamoru Oshii (Ghost in the Shell), hay que mencionar uno de los grandes referentes del ciberpunk y del anime japonés en general: Akira, de Katsuhiro Otomo, la cual nos sitúa en la gran metrópoli de Neo-Tokio en el año 2019, donde deambulan toda clase de seres moralmente corrompidos, cuya única salvación es la violencia y la llegada de un falso mesías llamado Akira, quien destruyó con sus poderes al Tokio original y causó la Tercera Guerra Mundial.
Otomo se sirve de una serie de simbolismos para darle sentido a este escenario caótico, y más allá de inducirnos a la autodestrucción, la lección final apunta hacia la autorrealización que puede verse claramente en los cambios físicos y psicológicos que experimentan los personajes, los cuales provocan la grotesca metamorfosis de Tetsuo y su trascendencia con Akira, además de la confirmación de la naturaleza heroica de Kaneda. Si bien no se deja de lado el pesimismo que caracteriza al ciberpunk en cuanto al futuro y a la tecnología, la película de Otomo es optimista en última instancia, y es posible que este sentimiento se encuentre en el subtexto del relato que ha ido articulando el ciberpunk en las últimas décadas.
El final del corto Respuesta evolutiva, de Love, Death & Robots, sigue esa misma línea: el agente del gobierno que se encarga de eliminar a los niños se sacrifica después de su encuentro con una madre que le hace ver el exacerbado narcisismo que está detrás de la inmortalidad y todo lo que se pierde con la posibilidad de morir y perpetuarse a través de los hijos.
Pero el futuro es incierto y no deja de acecharnos la idea de terminar en una pesadilla distópica igual a la que plantean las películas ciberpunk, que por si fuera poco se sitúan, generalmente, a solo unas décadas del presente: Blade Runner y Akira acontecen en 2019, y aunque estamos lejos de alcanzar un desarrollo tecnológico tan avanzado como el que nos muestran ambas ficciones, persiste la paradoja del sistema capitalista donde el egoísmo se convierte en un acto de solidaridad colectiva en el que unos pocos se quedan con la mayor parte de las ganancias y beneficios generados por el trabajo de todos.
El mejor ejemplo de esto es la carrera comercial por la conquista del espacio en la que se han enfrascado los multimillonarios Jeff Bezos, Elon Musk y Richard Branson, la cual ha sido presentada por los medios como un gran espectáculo sin que se hable de las grandes cantidades de dióxido de carbono que emite cada vuelo turístico de Virgin Galactic o Blue Origin (entre 8 y 15 toneladas por pasajero).
Es cierto que hay otras actividades dedicadas al ocio que también contaminan y el solo hecho de existir implica, por mínimo que sea, un impacto en el ambiente. El turismo internacional deja una huella significativa de carbono debido a los vuelos comerciales, pero el turismo espacial está restringido a solo unos pocos, igual que sus supuestos beneficios. Tampoco hay que olvidar que nos encontramos en medio de una pandemia, y mientras la comunidad científica, los gobiernos y las empresas farmacéuticas luchaban por desarollar una vacuna, Bezos y compañía jugaban a las carreras para que sus empresas pudieran ofrecer viajes comerciales al espacio.
Por cierto, se sabe que el viaje de Branson al espacio tuvo un costo de 250 mil dólares por persona, y que un pasajero anónimo pagó 28 millones de dólares en una subasta para ser parte de la tripulación del New Shepard que llevó a Bezos al espacio. Entonces, ¿nos espera un futuro catastrófico como el que vemos en las películas ciberpunk o en unos años cualquiera podrá hacerse de un boleto para abordar un cohete suborbital? La respuesta es más sencilla de lo que parece: en realidad, ambas cosas pueden suceder al mismo tiempo. De eso se trata el ciberpunk.
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El juego del calamar debe su éxito a que somos la generación más nostálgica en décadas. Cualquier serie que nos recuerde nuestra infancia va a llamarnos la atención.