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Mejor mira esto es una serie de textos dedicados a recomendar películas fuera de las tendencias y los algoritmos. Esta semana es el turno de El achivo (Archive), el primer largometraje de Gavin Rothery y más reciente aparición de la figura de la fembot
¿Recuerdan los tiempos en que bastaban los dedos de ambas manos para contar las plataformas de streaming disponibles en México, y en los que de forma ignorante (o cínica) decíamos cosas como “el Netflix de Cinépolis” (lo siento, Cinépolis Klic)? Ahora tenemos tantas que ya es técnicamente posible lanzar una al mercado bajo el estandarte de una de las majors hollywoodenses, y aun así provocar más indiferencia que entusiasmo (lo lamento, Paramount+).
Si encima contamos las películas y episodios de series que, semana a semana, las plataformas estrenan colectivamente, la suma de horas no es sólo considerable, sino suficiente para engordar dos kilos cada fin de semana sólo por estar sentados frente a la pantalla. Y hay que decirlo, hay ocasiones en las que la gran mayoría de los lanzamientos (al menos en el ámbito de las películas) tampoco son lo más dignos de mención. O quizá sí lo son, pero entonces la plataforma en cuestión cobra una cuota adicional obscena para compensar la tajada que se perderán en las salas de cine (disculpa, Disney+, pero ver Raya y el último dragón me salió más barato en un autocine, y hasta me sirvió de paseo con sana distancia).
Entonces, ¿qué queda? En el afán curatorial de Mejor mira esto pensé que, si estamos dispuestos a desembolsar un poco más para una alternativa más interesante, mejor que sean $60 pesitos por renta y no $329. Orientado por el bolsillo y por buenos comentarios de boca en boca, llegué a El archivo, una película británica de ciencia ficción que iba a ser estrenada en el Festival South by Southwest de 2020 (SXSW), otro de muchos planes frustrados por la pandemia.
Bastaría ver el tráiler o ver algunas fotos de El archivo para confundirla con Ex–Máquina (Ex Machina), la aclamada película de Alex Garland que ve a Alicia Vikander en el papel de una robot, cuya inteligencia artificial (IA) es tan avanzada que resulta indistinguible de una humana. Su creador, interpretado por Oscar Isaac, es algo así como un Elon Musk convertido en un misógino megalómano, un mirrey de mirreyes que juega a ser Dios con sus avanzados robots femeninos en su aislado y lujoso hogar.
En la superficie, El archivo es en extremo similar. En el año 2049, el científico George Almore (Theo James, de Divergente) vive en una remota instalación secreta, donde desarrolla el proyecto de su vida. Adivinaron: una robot cuya IA es prácticamente igual a la mente humana.
“Otra película sobre una mujer robótica”, pensarán. Y sí, no sólo suena poco original, sino que es problemático. Incluso desde tiempos del clásico silente de 1927, Metrópolis, la figura de la ginoide o fembot (de female robot, en inglés) ha sido presentada como un objeto de seducción (asunto sobre el que Steve Rose de The Guardian escribe largo y tendido aquí). Es un arquetipo que, si bien ha tenido cambiantes niveles de complejidad a lo largo de la historia, generalmente redunda en los mismos clichés. Desde la voluptuosa protagonista de Ghost in the Shell a los replicantes “de placer” de Blade Runner, hasta la incorpórea pero sensual voz de Scarlett Johansson en Ella (Her); las llamadas fembots suelen ser un personaje que existe para satisfacer los objetivos y fijaciones de los protagonistas masculinos.
Dicho esto, no es como que El archivo esté completamente exento de tales vicios narrativos, pero los toma como punto de partida para su relato. Más allá de los planteamientos filosóficos y morales frecuentes en otras películas sobre la IA, aquí lo importante es la resolución del misterio central, cuyas pistas son dosificadas a cuentagotas.
Así, no tardamos en saber que la intención del protagonista para su creación, es para descargar en ella la memoria digitalizada de su difunta esposa, Jules (Stacy Martin, de Ninfomanía). El resultado de su orfeica labor es “J3” (también Martin), cuya conciencia es creada a partir de machine learning y de una simulación que recrea la personalidad de Jules. Las cosas se tornan más cuestionables cuando presenciamos el trato que Almore brinda a “J1” y “J2”, los dos prototipos más rudimentarios (pero también conscientes) que tuvo que crear antes de "J3"; y más aún cuando descubrimos las conflictivas circunstancias previas al fallecimiento de su esposa.
Este es uno de los casos en los que conviene no revelar el desenlace, pues es precisamente en ese instante donde el guionista y director, Gavin Rothery, pretende romper con el arquetipo de la fembot pasiva y cosificada. En su lugar, el guión reenfoca retroactivamente los acontecimientos de la trama hacia la controladora psique masculina de su protagonista. Quizá lo hace demasiado tarde, pero es aquí donde el diseño de producción juega también el rol de personaje, arrojando pistas sobre la verdadera naturaleza de este microcosmos. Puede que no se hable de este filme en el mismo talante que Ex–Máquina (al menos no aún, ya el tiempo lo dirá), pero sí merece mayor atención por parte de los entusiastas de la ciencia ficción.
El archivo está disponible para rentar o comprar en iTunes, Google Play, Cinépolis Klic y más plataformas. Puedes checar todas las opciones aquí.
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